16 feb 2016

Carta de un corazón roto a otro.

Bien, vamos a sacarle un poco las telarañas al blog y traerlo de vuelta a la vida aunque sea un poco. ¡Cuánto tiempo! Espero que estén bien. Para volver, antes que volver con una reseña quiero compartirles algo que escribió una amiga mía que me encantó.
Mi amiga actualmente está en el proceso de superación de un corazón roto, entonces como ella ya pasó por gran parte y sigue pasando quiso escribir y compartirlo con sus amigos para que sepamos cuáles son los procesos por los que uno pasa cuando tiene el corazón destrozado. Así mismo para que sepamos que no estamos solas y que no es el fin del mundo como a veces creemos.
Bien, espero que les guste y quizás alguna se sienta identificada con las palabras de mi amiga o quiera compartirlo con alguna otra amiga que está pasando por esa situación.

Cartas de un corazón roto a otro.
Antes de leer:
    Escribí esto una noche triste, melancólica, con lágrimas en los ojos y esa música triste que forma masoquista escuchamos todos cuando estamos en este estado, pensando en lo que nos está pasando ahora mismo; para intentar ayudarte y, de paso, expresarme, que sepas lo que siento realmente y, si todo sale bien, que mi dolor te ayude en algún punto de tu vida. Cada carta es para mostrarte, de alguna forma, lo que probablemente sientas en este tiempo. Quiero que leas esta carta/texto (No sé todavía cómo llamarlo) ahora y cada vez que te rompan el corazón (Lamento, desde lo más profundo, decirte que van a ser muchas veces) para que encuentres consuelo, compañía y consejo. Para que siempre que te sientas vacía, que pienses que lo que te está pasando no es justo, que no mereces sufrir así (Lo cual es muy cierto, nadie lo merece), hay alguien que pasó, pasa o pasará lo mismo, que te sientas acompañada, que encuentres las palabras a esos sentimientos que no podés entender (Muchos los encontré escribiéndola), y, quizás, espero, encuentres un consuelo o, por lo menos, un desahogo.
    Quiero que la lleves siempre que te vayas lejos mucho tiempo (Nunca se sabe cuándo a una se le puede romper el corazón), y que, de ser necesario, la uses para ayudar a otros. Te pido que la guardes, con mucho cariño, y la protejas. Aunque nos distanciemos en algún momento (Espero y confío en que no va a pasar), quiero que algo de mí esté siempre ahí para ayudarte. (Empiezan las cartas. Linda línea divisoria)

Carta n°1:
    Todavía no me lo creo. No caigo. No quiero pensar que ya nunca vas a estar conmigo, pero es así. No me duele que te vayas, me duele que te vayas feliz a costa de mi tristeza, sin mirar atrás, siguiendo tu camino lejos del mío…
    Ya no sé ni cómo nombrarte. Querido… ¿Puedo decirte así? ¿Qué pasa ahora? Lo que hacíamos, lo que queríamos, lo que planeamos juntos… Creamos un mundo perfecto, mágico… Irreal. ¿Ya no importa nada de eso? ¿Así de fácil vamos a olvidarnos de todo, tirar abajo nuestros sueños? Hubiera hecho por vos cualquier cosa, te lo di todo, y a cambio, no recibí nada. Sería más fácil si lo hubiera sabido a tiempo… Ahora no necesitaría desesperadamente un lugar donde escapar. No me olvides, sólo no me olvides.
Carta n°2:    Te reíste de mí. Viste mi corazón desgarrarse, me mataste de tristeza, y mientras tanto: Sonreías. Esa sonrisa que me iluminaba de un momento a otro se convirtió en tornado. Al verla solo quería insultarte y gritarte que te fueras, correr, irme lejos, sacar tu recuerdo de mi cabeza… Mientras, veía de reojo si venías por mí. Nunca lo hiciste. No sé por qué lo esperaba, si ya no me amabas.
    ¿Cuándo cambiaste tanto? ¿Cuándo pasaste de ser mi ángel al más terrible demonio? ¿Cuándo dejaste de cuidarme de las pesadillas y te convertiste en una? ¿Qué pasó con el hombre que amé?
     Entiendo que hayas querido irte pero… ¡¿POR QUÉ DE LA PEOR MANERA?!
   Aun así… No puedo odiarte… Nunca pude, ni voy a poder hacerlo jamás. Te quiero, pero duele.
Carta n°3: 
     Te extraño, cierro los ojos, y espero que vuelvas… Pero nunca vas a volver, porque ya no me amas. Siempre voy a recordar nuestra promesa, esa que hicimos cuando recién empezó todo: La promesa de felicidad eterna… Todos dicen que recordar es volver a vivir, pero también es morir despacito, aveces el recuerdo toma forma de puñal y se clava en lo más profundo.
    Hoy, me acordé de vos jugando con mi pelo, y haciéndome reír mientras me dabas besos y me hacías cosquillas… Constantemente me pregunto si es sano acordarme de vos cada fecha de aniversario o cada mes, pero del dolor que me causaban estos recuerdos, aprendí que aveces hay que ver al pasado para tomar el camino correcto, y así lo hice. Miré al pasado, y lo primero que vi, fuiste vos. Tu recuerdo me va a perseguir siempre, y sé que a vos te va a pasar lo mismo, porque aunque te cueste, tenés que admitir que lo nuestro fue hermoso, tan hermoso que tuvo que terminar, porque alguien allá arriba estaba celoso de lo que pasaba en la tierra.
    En mis recuerdos, vi lo dulce que eras, y dolió. Pero es un dolor agradable, porque duele, pero ya no te sufro… ¿Se entiende? Entendí, que por mucho que lo intente, no te voy a poder olvidar, porque de vos aprendí una infinidad de cosas. En vos, en tu sonrisa, vi lo bueno y lo malo. Vi la felicidad, pero también veo cómo sacaste lo peor de mí, eso que hace que diga “Nunca más.”, de vos aprendí cómo no tengo que ser, y como nunca tengo que tratar o dejar que me traten.
    Pero ojo, no hay nada en mí de rencor hacia vos, sos mi más perfecto ejemplo de cómo disfrutaba de mis errores. Pero heey, no te culpo de todo, yo también fallé.
    ¿Sabés como pienso en vos? Como esporádicos calambritos en el corazón, pero no de esos que te duelen hasta los huesos, que no te dejan respirar, que te hacen vomitar del golpe tan fuerte e inesperado que te dan; sino como un dolor rico, que se disfruta. Sí, hasta suena masoquista, pero las heridas con el tiempo sanan, y cara herida sana es un corazón más fuerte que ya no tiene miedo del pasado, sino que aprende de él. Sé que después de vos, de sanarme, voy a poder volver a amar. (Fin de las cartas. Linda línea divisoria) 
    Seguro te dijeron infinitas veces cosas como “Si el destino lo dice, va a ser, si no, no”, “El dolor es temporal”, o “Algún día lo vas a superar”, junto con unos golpecitos en la espalda o una mano en el hombro, y una mirada que intenta darte esperanzas, como si tu hermoso futuro estuviera a la vuelta de eso que te mantiene a pie. Y sí, todo esto es verdad, nadie sufre para siempre, pero no quitan el dolor. Y si soy sincera (Y vos merecés que lo sea), las cosas que te diga, pueden doler, y está bien. Yo no soy de las que escapan del dolor, al contrario, lo atraigo. Es tiempo de tener los ojos vidriosos y rojos de llorar, para poder sentir, y entender lo que sentís, de desahogarte. Es como si tuvieras mucha sangre acumulada debajo de la piel (Sí, es un ejemplo asqueroso y desagradable, pero es el mejor que se me ocurrió, filosófica y literariamente), tenés que dejarla salir, y después arrancar las marcas marrones, para que sangre una y otra vez, hasta que al fin pueda cicatrizarse, y el resto pueda circular con libertad. Sé que estos días, te sentís vacía, sin camino, quizás hasta con los sueños rotos, desmotivada, y pensás que no hay camino. También debés sentir un gusto amargo en la boca, y el estómago pesado, como si hubieras tragado kilos de acero, de la misma forma que se siente tu corazón después de que lo partieran al medio una y otra vez, hasta rebajarlo a polvo, tapando tus pulmones, dejándote sin aliento y sin fuerzas. ¿Duele? Agarrá ese dolor, y multiplícalo. Todo eso vas a sufrir. Sentilo, desde las pestañas hasta la punta de los pies. Sí. Te estoy pidiendo que sufras. Que sufras hasta que cada parte de tu cuerpo te diga “Esto es el final, acá se termina todo”. Pero no, no es el final, nada se termina. Cuando ya no aguantes un segundo más aquel dolor, te vas a dar cuenta, y, finalmente, va a empezar a sanar.
    Más tarde, va a aparecer alguien (O capaz ya apareció), vas a mirar atrás y vas a tener miedo, no vas a querer volver a sentir ese dolor en cada célula. No tengas miedo del dolor del pasado, no dejes que te impida ser feliz… Mejor dicho, tené miedo, pero no el suficiente para no dejarte amar, protegete, nunca sabés cuando alguien puede aprovecharse, pero no dejes que esa protección se convierta en una carcasa impenetrable.
    Pero sobre todo, acordate que nunca, jamás, estás sola. Que alguien estuvo, está y va a estar siempre para vos, justo ahora (Como estoy yo), y en todos los momentos que sigan para decirte que todo va a estar bien… No sólo bien, como estaba antes, sino mejor.
                Vas a superar esto.

Luli, si lees esto me encantó tu carta -seguí con tu novela- gracias por dejarme compartirla con el blog. Te quiero.

Kati.

1 comentario:

  1. Me emociona mucho que hayas decidido compartir mi escrito (Sobre todo siendo que estuve muchísimo tiempo sin mostrar nada de lo que escribía a nadie, por inhibición) Gracias por mostrárselo al mundo <3

    Te quiero <3

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